Siempre debe existir un espacio y un tiempo para compartir con nuestros hijos, para fomentar la expresión de nuestros sentimientos, los miedos los problemas y las inquietudes de modo abierto y espontáneo. El juego es un perfecto escenario para que, de manera natural, cada uno exteriorice sus emociones. Pero hablar de jugar con nuestros hijos no significa necesariamente jugar en un espacio predeterminado. El juego puede nacer en cualquier momento, en cualquier circunstancia y en cualquier espacio.

Un viaje, el camino hacia el colegio, una sala de espera, la cola de un supermercado, una salida al campo o un paseo por la ciudad puede ser un buen escenario para unos juegos de palabras o de ingenio, unas carreteras, unos juegos de memoria, etc.

En definitiva, todo espacio es adecuado para improvisar y provocar el acto de jugar. Toda ocasión es idónea para divertirnos jugando. Jugar desarrolla la capacidad de disfrutar, de las ocas más cotidianas de la vida. Planificar juntos las actividades desde que son pequeños, por ejemplo ayudará a encontrar el equilibrio e3ntre el tieño para todos y el tiempo de uno mismo.

Además, permitirá a los padres descubrir qué actividades les gustan, les interesan o les aburren.

Por otro lado, planificar lo que vamos a hacer juntos les hará sentir partícipes de nuestras